ORIGEN
Pocas naciones europeas poseen tradición pincelera, tan solo Francia y Alemania, ambas pioneras a finales del siglo XVIII en las primeras fabricaciones artesanales. Deberíamos añadir Gran Bretaña y hoy, sin lugar a dudas, España con la fábrica de Escoda.
¿QUÉ ES UN PINCEL?
Si tuviéramos que explicar que es un pincel, podríamos sencillamente transcribir lo que nos dice cualquier diccionario de la lengua: «Haz de pelos sujetos al extrema de un mango, habitualmente de madera, utilizado para extender colores sobre una tela, papel, cartón, etc.» Pero, si prefiriéramos una descripción con un cariz mas poético, podríamos definirlo como «Una especie de sismógrafo que nos transmite la sensibilidad del artista convirtiendo su inspiración en arte».
Es el momento de recordar las acertadas palabras del gran artista alemán Anselm Feuerbach (1829-1880) cuando define las tres virtudes que todo artista ha de poseer: «Un corazón sensible, buen ojo, agilidad en las manos… y el mejor pincel».
Cuando hablamos de pinceles, afirmamos que es una herramienta ciertamente modesta, pero sin su invención muchos de los documentos culturales de la humanidad sedan hoy inconcebibles. El pincel lo podríamos comparar como la pluma para el escritor o el cincel para el escultor.
EL NACIMIENTO DEL PINCEL
Constatemos un hecho evidente, el pincel nació muy probablemente hace unos 25.000 años, en la última etapa del Paleolítico, en la Hamada Cultura Magdaleniense. Con el, el «homo sapiens’ realiza el llamado arte rupestre del que tantas muestras existen en la Península Ibérica. Solamente entre Lleida y Tarragona tenemos conocimiento de su existencia en la «Roca de los Moros», la «Cueva de Alfes», la de «Cabra Feixet» en el Perelló, la «Cueva del Cingle, la del «Pi», la del «Ramat» en Tivisa. Y en Vandellós encontramos en el barranco de Cassea la «Cueva del Escoda», que es mas bien una hendidura en la roca descubierta en 1921 por Jaume Poch. Por su nombre, desconocemos si se trata de una curiosa coincidencia o posiblemente de una premonici6n del Paleolítico. Véase la imagen de la cierva que se observa en la citada cueva.
Pero, las pinturas mas conocidas e importantes las tenemos en Cantabria en la «Cueva de Altamira», conocida como la Capilla Sixtina del Arte Rupestre. Pablo Picasso llegó a afirmar que después de Altamira, el arte es pura decadencia. Fueron descubiertas en 1869, no precisamente por el señor Marcelino de Sautuola como afirma la historia, sino por su nieta. Ella y su abuelo habían entrado en una hendidura de una cueva que hasta entonces había permanecido oculta, y de pronto la niña empezó a gritar: «¡abuelo, abuelo, en las paredes hay animales pintados!».
Aquellos seres humanos que vivían en cuevas, que se vestían con pieles, que eran conocedores del fuego y de su conservación, que cazaban juntos y enterraban a sus muertos y que empezaban a experimentar el sentido de la sociabilidad iniciaron la decoración de las paredes de sus habitáculos, reflejándose ellos mismos, sus manos, los animales que conseguían y las herramientas para darles caza, posiblemente en una de las primeras manifestaciones para marcar territorio e incluso de cariz pseudorreligioso, pensando que lo reflejado en sus paredes lo conseguirían para comer y, en definitiva, para seguir subsistiendo.
Aquellas pinturas que se han conservado hasta nuestros días fueron realizadas con pinceles muy rudimentarios, es cierto, pero pinceles, al fin y al cabo. Seguramente se trataba de ramas delgadas con un mechón de pelos atados a un extrema, posiblemente del lomo o de la cola de los Uros, aquellos inmensos bóvidos que cazaban, hoy extinguidos, y que serían los precursores del buey que conocemos hoy y que el hombre domesticó en Asia hará unos 10.000 años.
EVOLUCIÓN
Debemos dar un salto en el tiempo y situarnos en la avanzada sociedad del antiguo Egipto. Todas las tumbas descubiertas de personajes de la nobleza, y no digamos de los faraones, en buena parte del Valle de los Reyes y en otras partes del país del Nilo, han sido encontradas decoradas con maravillosas pinturas, todas ellas realizadas con pinceles de pelo animal, los cuales debían ser muy parecidos a los actuales. Aunque no se han hallado restos, el museo Koestner de Hannover conserva y exhibe una especie de paleta de cerámica con una serie de cavidades para colocar los diferentes colores que el artista egipcio utilizaba.
Otra cultura en la que el pincel tuvo un especial protagonismo fue la de China. En más de una ocasión hemos podido ver como Mao Zedong, Chou Enlai, Teng Shiaoping o Hu Jingtao, el primer ministro, han firmado leyes, acuerdos o convenios internacionales con un sencillo pincel de caña de bambú. Mientras tanto, sus «partenaires» lo hacían con una Montblanc o una Parker de oro.
Debemos dar un nuevo salto y situarnos en tiempos del románico. Por ejemplo, los 12 apóstoles de la iglesia de Santa María de Taull fueron pintados con pinceles hechos seguramente por el mismo artista o por sus alumnos. Debían estar compuestos, como vemos en autorretratos de Velázquez, Murillo, Zurbarán o Goya, por un mechón de pelos de buey, caballo, perro o incluso de animales salvajes como martas, comadrejas, ginetas, hurones, etc. muy abundantes en aquella época, insertados en alguna pluma de ave o sujetados con cordel vegetal o de cuero, a un rudimentario mango de boj, de avellano o de naranjo.
Está perfectamente demostrado que aquellos grandes artistas se fabricaban ellos mismos los pigmentos (mezclas de óxido de hierro o manganeso, caolín, claras y yemas de huevo, y otros componentes naturales) y adquirían el aceite de linaza y los barnices. Las telas, ya fueran de lino o de cáñamo, las aprestaban y las colocaban sobre el bastidor de madera que cualquier carpintero podía haberles suministrado, y se fabricaban las herramientas que mas querían: sus pinceles. A su innata habilidad e inspiraci6n para pintar «El aguador», «La rendición de Breda» o «Los fusilamientos del 2 de mayo», se debían añadir las propias facultades para auto suministrarse las herramientas y los accesorios para su labor, conocimientos que a medida que el artista elevaba su estatus profesional, los transmitía a sus ayudantes o aprendices.
No es hasta finales del siglo XVIII que, en Francia y Alemania, y en núcleos estrictamente familiares, surgen los primeros manufactureros especializados en fabricar pinceles para las Bellas Artes confeccionados de acuerdo con las directrices de los mismos artistas. En la pequeña villa de Bechhofen, muy cerca de Nuremberg, hay un museo dedicado al pincel, único en el mundo. Allí encontramos escenas muy bien representadas y de gran realismo. Marido y mujer en figuras de cera de tamaño natural escenificando su tarea diaria y sentados a una maciza mesa de roble con gruesa losa de piedra como soporte para conferir la necesaria consistencia en los constantes golpes que deben darse con los moldes. Repartidos sin orden ni concierto, recuerdo haber visto una rudimentaria balanza de platillos, cordel con su hembrilla, un peine metálico, tijeras, punzones, medidor, cafión de plumas de grandes aves, con toda seguridad de avestruz, que recogería el pelo a modo de la virola de hoy; y si no las tenían lo sustituían por cordel vegetal o de cuero, como hemos dicho anteriormente. Pequeños recipientes de cola y la materia mas importante: el pelo, que habían preparado previamente. Los mangos los hada manualmente el carpintero torneador, posiblemente con maderas a las que ya hemos hecho referencia anteriormente. Maderas que necesariamente tenían que ser fáciles de pulir, no debían tener nudos, debían tener un peso razonable y no debían torcerse fácilmente; cualidades harto difíciles de conseguir.
Actualmente, la industria del pincel ha avanzado de forma exponencial y ya podemos encontrar todo tipo de fibras sintéticas que imitan a la perfección el pelo natural y pinceles mucho más ecológicos.
Te invitamos a continuar la visita por la historia del pincel leyendo el artículo sobre la historia de Escoda, un pilar principal y precursor de muchos de los pinceles que utilizamos hoy día para todas las técnicas.
ESCODA en ARTEMIRANDA AQUÍ.
Artemiranda
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