Por Sonia García
En los últimos años, la caligrafía y el lettering han experimentado un auge inusual en la era tecnológica en qué vivimos. ¿Quién necesita hoy en día una pluma y un papel teniendo a mano el móvil y el ordenador que están llenos de aplicaciones de tipografía?. Lo curioso es que se están utilizando habitualmente en los circuitos del diseño gráfico y la decoración, dando valor a lo artesanal frente a lo tecnológico. Tal vez este boom sea precisamente por eso, por una nostalgia por lo manual y artesano que va invadiendo muchas disciplinas artísticas.
La mejor definición que se ha dado a la caligrafía contemporánea es la del paleógrafo y tipógrafo francés Claude Mediavilla, autor de “Caligrafía: del signo tipográfico a la pintura abstracta” editado en 1993. Caligrafía es “el arte de dar forma a los signos de una manera expresiva, armoniosa y elegante”. Teniendo en cuenta el origen griego de la palabra, la definición no puede ser más acertada; graphéin (escribir) y Kálos (bello). No debemos confundirla con el lettering, que es dibujar a mano letras con un sentido estético. La caligrafía busca la belleza del texto escrito y el lettering busca el dibujo de las letras de forma armónica. Los dos conceptos se dan la mano, pero no son iguales.
Al establecer los orígenes de la caligrafía casi podemos remontarnos al arte rupestre, al fin y al cabo, la escritura es comunicación donde existe un emisor, un receptor y un mensaje, ¿qué son los dibujos prehistóricos si no eso?. O podemos recordar los jeroglíficos egipcios realizados en los frágiles papiros escritos con cañas cortadas al bies llamadas cálamos, las tablas sumerias llenas de pictogramas o las inscripciones romanas en la Columna de Trajano. Por no hablar de otros tipos como la escritura rúnica, cirílica, logográfica, los glifos mayas o los ideogramas chinos.
Es importante señalar la evolución de la caligrafía distinguiendo entre Occidente y Oriente. En Occidente claramente el punto de inflexión en el desarrollo de la técnica caligráfica vino de la mano de Carlomagno en el s VIII. La extensión de su reino compuesto por territorios de toda Europa hizo necesaria la creación de un tipo de escritura común a todos para comunicarse entre ellos, así nació la escritura minúscula carolingia que era uniforme, redondeada y legible para toda la población alfabetizada de la época. Se caracteriza también por ser un tipo de caligrafía uncial, es decir, que las letras están trazadas entre dos líneas verticales. La minúscula carolingia o carolina se sigue usando en tipografía con ligeros cambios en cuanto al tamaño de las mayúsculas o las astas de letras como la d o la t.
En la Edad Media la actividad caligráfica se desarrollaba en los monasterios, donde el scriptorium era uno de los lugares más importantes y en el que existía una verdadera organización en equipo: unos monjes escribían, otros corregían, otros preparaban los pergaminos, temples y encuadernaciones,… Utilizaban pergaminos, más resistentes y flexibles que los papiros, que se hacían con cuero de cordero nonato o cerdo, y para escribir lo hacían con cálamos o con pinceles de pelo de ardilla o marta cuyo interior se rellenaba con plumas de oca o paloma. La tinta estaba compuesta de hollín y cola porque se podía limpiar cuando aún estaba fresca si había que hacer alguna corrección
De esta época (s XIII) son los bestiarios y los beatos, hermosísimos ejemplos de la escritura caligráfica de la Edad Media.
A la vez que se desarrolla la actividad escritora en los monasterios, la escritura caligráfica árabe (“el arte de la línea”) forma parte de la vida cotidiana de los territorios islámicos. La prohibición de representar imágenes hace de la profesión de calígrafo un trabajo muy valorado y convierte la caligrafía en un arte. La unidad de medida en este tipo de escritura es el rombo que traza el cálamo y alterna entre trazos gruesos y finos. Hay que tener en cuenta que la imprenta no se introduce en el mundo musulmán hasta el s XIX, por lo tanto, el desarrollo de su caligrafía se ha visto favorecida por esta circunstancia.
La invención de la imprenta por Gutenberg en el año 1547 provocó la caída de la caligrafía como forma de comunicación escrita en toda Europa, no así en Oriente donde llegó mucho más tarde.
En Oriente la caligrafía china y japonesa sigue tan vigente como en sus antepasados. Incluso los niños hasta los siete años escriben tanto con pincel como con lápiz.
En China existen cinco estilos diferentes de caligrafía en los que importa por igual el ideograma (signo gráfico que representa una idea o elemento), como la parte metafísica que se atribuye a este tipo de actividad. El ideograma se forma con pictogramas en los que el dibujo tiene características del elemento a representar. Por ejemplo, el pictograma puede ser un árbol y el ideograma, el bosque. Debido a sus formas sencillas y a la manera suave y delicada de escribir, la caligrafía china tiene muchos adeptos que la relacionan, a la vez, a una práctica meditativa y relajante que la hace muy atractiva en nuestra estresada sociedad.
La caligrafía japonesa o shodó proviene de la china y sigue siendo importante en los proyectos educativos de las escuelas japonesas de educación primaria. Normalmente se escribe sobre papel de arroz con tinta y pincel. Los kanji o trazos son tan apreciados como arte que aún hoy existen maestros caligráficos para crear documentos importantes.
Actualmente existen escuelas y artistas dedicados exclusivamente al arte caligráfico y lettering y que crean auténticas maravillas visuales y comunicativas con las palabras.
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Cálamos de bambú japoneses HOLBEIN
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Fotografías: Wikicommon, Lecturas tangenciales blog, Museo de arte oriental de Valladolid, Descubriendo Japon, Nippon.com
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