Por ESCODA BRUSHES
A principios de los años 30 en la ciudad de Sabadell a escasos 25 Km. de Barcelona, Josep Escoda Roig (1902-1982), gracias a su condición de mecánico ajustador y con solo 28 anos, se había especializado en la soldadura de las celdillas de radiadores de los automóviles, esta practica le llevaría a poder fabricar y suministrar las virolas de hojalata para brochas redondas y planas a un pequeño fabricante de su misma ciudad, que poco tiempo después decidía emigrar con su familia a Perú.
Aquellos años no eran buenos para los judíos, y el pequeño artesano pincelero lo era. Pero, antes de embarcar, ofrece a su colaborador todos los útiles y maquinas de su taller. Josep Escoda acepta la oferta y aprende a marchas forzadas el manejo de las cerdas del cerdo, las crines del caballo o el pelo de las cabras… y el milagro de fabricar un pincel. Su intuición se encargaría del resto.
Con aquellos precarios medios y conocimientos, inicia con la ayuda de su esposa Rosa Sabatés la fabricación en serie de pinceles para las Bellas Artes, que vende personalmente en droguerías de Barcelona, Girona y Tarragona. Mas adelante, consigue la colaboración de representantes que extienden la oferta a otras capitales del Estado. Era la primera vez que el conjunto de artistas plásticos españoles no tenía que proveerse de pinceles alemanes, franceses o ingleses para llevar a cabo sus obras de arte.
Los inicios manufactureros fueron realmente precarios y difíciles, ya que los preparadores de pelos y cerdas no existían. Josep recorría incansablemente los mataderos de poblaciones importantes comprando todo el pelo de cerdo que podía, orejas de buey, de vacas o de cabras. Cazadores y tramperos de Extremadura, Andalucía, de las dos Castillas y de la vecina Portugal le proporcionaban pieles de meloncillo, de ginetas, de turones o de tejones, animales muy abundantes a principios de los años cuarenta (hoy, los dos primeros, son especies protegidas por ley). Peleterías de Barcelona y Madrid le suministraban colas ya curtidas de marta, comadreja o de ardilla, y en un pequeño local de alquiler en Sabadell, él, su mujer y una operaria esquilaban el pelo, lo reunían en pequeños envoltorios de tela y lo hervían un par de horas.
Esta operación eliminaba la grasa, las larvas de los insectos, los trozos de piel adherida, las impurezas y, lo mas importante, enderezaba el pelo y lo dejaba perfectamente esterilizado. El hedor que la operación ocasionaba era siempre motivo de comentarios por parte de sus vecinos, hasta el punto de que algunos de ellos, con un claro sentido del humor, decían: «Hoy, el amigo pincelero esta haciendo la sopa».
Una vez secados los paquetitos de materia prima en un horno eléctrico que se había construido él mismo, en aquellas cerdas del cerdo o el pelo fino de las colas de aquellos mustélidos, mamíferos, vivérridos, etc. debía eliminar lo inservible, sacando la materia mas corta y lanosa, descapicularlo -ordenar el sentido de cada pelo-, clasificarlo por medidas y, finalmente, recogerlo en paquetes de unos 50 a 60 mm de diámetro y transformarlos en pequeños mechones para fabricar los pinceles o las brochas planas y redondas.
Resuelta de alguna manera la parte mas complicada del pincel que era el pelo y su manipulaci6n, la pieza metálica que denominamos virola o casquillo y que sujeta el mechón con el mango no le representaba ningún problema, tenía suficiente experiencia en su fabricación, ya fuera cónica o cilíndrica, de hojalata o de latón, aunque este ultimo material llegaba del cono sur americano en cuentagotas. La tercera parte, el mango, lo obtuvo de torneras de madera de Torelló y pueblos de la comarca de Osona en la provincia de Barcelona, con larga tradici6n en la fabricación de mangos para paraguas, husillos para maquinas de hilar o mangos para las cuberteras.
Pasado el lapso de la paralizaci6n de su actividad industrial a consecuencia de la guerra civil española y las secuelas colaterales de la conflagración mundial, sus fuentes de suministro mejoraron. Un embutidor de metales cercano a Barcelona le reemplazó en la fabricaci6n de las virolas, ya todas de latón y de una sola pieza, consiguiendo diámetros de hasta 0,75 mm en los números mas pequeños, un autentico logro en aquellos tiempos.
EL PINCEL ESCODA.
Conceptos y nomenclatura del sector de la pincelaría.
En Escoda se utilizan toda una variedad de pelos animales, la marta de Rusia, la oreja de buey de Europa, el tejón y las cerdas de China, el turón de EUA y Canada y el Pony de Mongolia. Fibras sintéticas japonesas como el Toray, Tame, Takatsu, Teijin, Tadami, Tendo, Marfil, Chengdu en una amplia variedad de colores, imitaciones de pelo natural, conicidades y durezas.
La raíz
Es la parte adherida a la piel del animal o el final de la fibra, la que queda escondida dentro de la virola, pero casi tan importante como la visible. En la raíz se deposita el adhesivo que lo fijara definitivamente.
La flor
Es la parte que utilizamos para pintar muy importante que la forma del mechón, redondo, carrado o gato del pincel se haya hecho a mano en su totalidad sin la utilizaci6n de las tijeras practica habitual nefasta que facilita darle la forma deseada pero en contrapartida malmete la parte mas importante.
La virola
La virola es la pieza metálica generalmente cónica también puede ser cilíndrica que mediante el adhesivo sujeta el pelo. Las virolas de calidad son de latón también se fabrican de aluminio de menor de menor calidad y resistencia. Las de Escoda son siempre latón. Actualmente existen muchos acabados tales como niquelada, dorada, mate, encobrizada etc.
El cabezal
Denominamos cabezal una vez tenemos el mechón del pelo con la forma deseada (plano carrado, gato o redondo) introducido ya en la virola y unidos mediante el adhesivo.
El mango
Es de abedul de madera de poco peso que nunca se tuerce, con un recubrimiento de hasta cinco capas de esmalte nitro celulósico que permite observar los dibujos naturales de la madera. Mangos en color caoba, azul, verde, burdeos, mostaza, transparente, negro, rojo y gris.
El mango sostiene la cabeza del pincel y sirve al artista para manejarlo, en función de las diferentes técnicas pictóricas, se utiliza diferentes longitudes. Mango corto para pintar acuarela y mango largo para pintar al oleo o acrílico.
Es muy importante que el peso sea adecuado pues si el balance no es apropiado dificulta mucho su utilización.
La ranura
El triple ranurado confiere una perfecta unión entre la virola y el mango, con la ayuda de una matriz hacemos tres pequeñas hendiduras a la parte metálica de la virola en la madera sin que esta llegue a romperse, logrando una unión dura y permanente que impide rotaciones del cabezal o la separación con el mango del mismo.
Esta particularidad es muy apreciada entre los usuarios pues es un problema muy común en pincelaría de otras marcas.
Pelos finos y cerdas naturales
La parte mas importante del pincel es el mechón formado por pelos de ciertos animales, rigurosamente hervidos, y por tanto limpios y asépticos, clasificados y preparados por medidas. Estos pelos ofrecen unas singularidades que no se encuentran en ninguna materia artificial. Además entre ellos existen grandes diferencias, lo que permite fabricar pinceles para todas las técnicas pictóricas.
Hasta aquí hemos hecho un repaso a los precarios inicios de nuestra actividad artesanal, al nacimiento del pincel según nuestros conocimientos y a su evolución a lo largo de los tiempos para llegar a las primeras fabricaciones en serie en Francia y Alemania. Finalmente hemos analizado con detalle los elementos que componen un pincel.
Intentemos ahora explicar cómo los fabricamos.
Vaya por delante que detallar sobre el papel una labor artesanal y tan específica como la nuestra no es fácil, y mas hablando de tal variedad de pelos y fibras, 19 en total, todas con características propias y que una vez convertidas en pincel tendrán longitudes, grosores y formas diferentes.
Hoy como ayer, los pinceles Escoda para las Bellas Artes son fabricados por manos expertas, todas ellas necesariamente con largos años de experiencia. Por su especial función, son manos que requieren poca o nula transpiración a fin de que el pelo pueda desprenderse con facilidad de las yemas de los dedos cuando se manipula. Las uñas algo pronunciadas se convierten en insustituibles herramientas y pinzas imprescindibles. La mesa y la silla de trabajo han de ofrecer la máxima comodidad, dado que estas y la operaria se pasaran muchas horas juntas. También se requiere una buena iluminaci6n y la total inexistencia de corrientes de aire, ya que estamos manejando materia de muy poco peso y de mucho valor.
Los útiles para iniciar la fabricación de un pincel consisten básicamente en dos tijeras, la primera con la forma clásica para la operaria de derechas y otra preparada para la operaria de izquierdas (en el sentido apropiado de la palabra) que la usara para cortar algún pelo solitario o rebelde, el hilo o para un repaso superficial, y una segunda tijera tipo «jardinero» para cortes de mazos de pelo con cierto grosor. Le acompaña una pinza extremadamente puntiaguda, dos peines metálicos de diferente espesor, un diámetro de gran precisión, hilo de algodón de dos y cuatro cabos según fabriquemos un numero pequeño o grande, diferentes moldes para dar forma a los mechones, la materia natural o artificial a punto de utilización y lógicamente las virolas.
La pincelera esta rodeada permanentemente de dos maquinas neumáticas de sobremesa «made in Escoda»: una dispensadora de mechones, pequeño ingenio de la mecánica que ha sufrido mas de 15 modificaciones desde su nacimiento, poseedora de una pinza en forma de «media luna» que hará el milagro tantas veces como le demos al dispositivo de proporcionar a la trabajadora la porción precisa de pelo que previamente habremos programado, desde los 75 pelos aproximadamente en el número mas pequeño hasta los 4.500 en el mas grande, todo ello para empezar a dar forma al mechón del futuro pincel. La segunda tiene la misión de chafar los pinceles que van a ser planos, su fuerza es brutal, posee un cilindro de nada menos que seis atm6sferas de presión. A fin de evitar accidentes por aplastamiento, la operaria u operario tendrá que pulsar dos botones a la vez para poder accionar la maquina, uno para cada mano.
Con el mazo de pelo dispensado en manos de nuestra pincelera y ayudada por el hilo de algodón, lo introducirá dentro de un molde unitario o múltiple, llamado también cubilete en nuestro léxico particular, cuyo interior es el negativo exacto de lo que queremos que sea el pincel en su aspecto exterior. Seguidamente ya base de sucesivos y pequeños golpes el mazo de pelo ira adquiriendo la forma deseada. Por lo tanto, es claro que las diferentes formas de los mechones nunca se consiguen cortando «por lo sano» la flor o palma del pelo, como alguna gente cree.
Conseguida dicha forma estamos ya en disposición de pasar a la siguiente fase, diríamos que la mas comprometida, consistente en sacar el mechón de pelo e introducirlo dentro de la virola, conservando, naturalmente la forma lograda anteriormente. Para ello, se siguen dos métodos: Uno consiste en atar el mechón por la parte de la raíz, visible aun dentro del cubilete, y otro en «vaciar» este muy suavemente sobre las yemas de los dedos, que harán de sujetador provisional. El hilo en forma de lazo nos ayudara a ponerlo dentro de la virola, naturalmente por la parte con mayor diámetro. Ya tenemos el casquillo con el pelo y su forma dentro. Un nuevo y suave golpe le obligara a sacar la cabeza, y otra vez los dedos y las uñas se encargaran de dejarlo a la medida necesaria o incluso de corregir ahora manualmente la forma obtenida.
Mechón y virola están momentáneamente unidos y sujetos a la vez, debido a la conicidad inversa del pelo y de la virola. Esta necesaria inmovilidad se logra de forma mas segura en los pinceles planos por la acción de la maquina de chafar antes mencionada.
El Encolado del Cabezal
El cabezal del pincel -mechón y virola- nos ha quedado preparado para la próxima operación consistente en verter la cola o adhesivo necesario que inmovilizara definitivamente los dos elementos con que hasta ahora hemos estado trabajando. Este aditivo imprescindible en el proceso de fabricación del pincel ha ocasionado al artesano pincelero numerosos quebraderos de cabeza, que hoy están resueltos gracias a los avances de la industria química.
Normalmente se utilizan dos tipos de adhesivos, según los diferentes diámetros de las virolas. Desde los números mas pequeños hasta mas o menos la mitad de la numeración, se usan gomas de un solo componente que actúan por evaporación de un disolvente especial que lleva consigo. Es importantísimo calcular la viscosidad adecuada para cada tipo de pelo a fin de conseguir una precisa penetración sin sobrepasar los limites de la boca de la virola. Lo mismo sucede con la cantidad que verteremos en cada numero, por lo que será necesaria la colaboración de una maquina, que mediante impulsos eléctricos y de presión de aire, permita dosificar la cola desde inverosímiles gotitas hasta un corto chorrito. La habilidad y el perfecto pulso del operario harán el resto.
Para los números medianos y mayores varía el adhesivo y la maquinaria. Se utilizan las llamadas resinas epoxi de dos componentes que mezclados entre si en una estudiada y precisa proporción originan una reacción química que puede alcanzar temperaturas de hasta 70°, convirtiéndose así en un producto solidificado, pétreo, inalterable ante la acción de cualquier producto diluyente. Se trabaja también con varias viscosidades y se precisa una temperatura ambiental permanente y del producto en si para conseguir, al igual que la goma nitro celulósica, una perfecta penetración. De su mezcla y dosificación se encargara igualmente una maquinaria especial preparada para tan especial cometido.
El Marcado del Mango
Tenemos el pelo y la virola definitivamente unidos por la acción del adhesivo, mientras tanto habremos estampado en la superficie del mango la identificación del pincel, su número, marca, nombre, tipo de pelo, serie y, para finalizar, la ciudad y el país que lo fabrica. Todo un compendio informativo en un espacio inverosímil de cuerpo redondo, panzudo, cónico, con perfil de «espalda de asno».
Existen dos modalidades para afrontar y resolver esta complicada pero necesaria operación, la estampación por termografía y por el sistema llamado de tampografía. La primera utiliza el calor, la segunda la tinta. La primera es la tradicional, las mas antigua, la mas complicada y costosa, pero la mas indeleble. La segunda es mas moderna, se consigue un perfil de letra perfecto y la inexistencia de problemas por larga que sea la leyenda, además de facilidad en obtener los grabados, sin embargo aunque las tintas llevan el sello de imborrables, en la practica y en el uso del pincel su duración es de corta vida, los barnices, alcoholes o diluyentes se la llevan fácilmente. Expliquemos brevemente las dos modalidades.
En el caso del marcado por termografía deberemos disponer de grabados de acero que se acoplen al perfil y curvatura del mango, condición indispensable para conseguir una buena estampación, así como un mango perfectamente acabado con una pintura dúctil que resista el pequeño golpe que sufrirá al marcarlo. Entre grabado y mango haremos discurrir un film especial para estampar que, con el contacto a alta temperatura con el molde de la marca, depositara permanentemente el color escogido en la superficie de dicho mango.
Con el sistema de tampografía se sustituye el grabado de acero por una pieza de silicona y la película por tintas especiales. La maleabilidad de la silicona permite, como decía anteriormente, grabar leyendas extensas incluso sobre superficies imperfectas, también elimina totalmente la posibilidad de roturas en el esmalte que recubre el mango.
Ranurado del Pincel
Con el adminículo debidamente grabado y colocado dentro del cabezal correspondiente, debemos pasar a la operación del ranurado que unirá las dos partes.
Esta sujeción mecánica del cabezal del pincel con el mango, se consigue mediante una serie de matrices -una por cada número de virola- que unirá para siempre un componente con el otro. En todos los pinceles, este ranurado consiste en dos simples hendiduras sobre el final de la virola que lo sujeta al cabezal del mango. No es una unión segura. Cualquier contracción de la madera a causa de una temperatura mas alta de lo normal por pequeña que sea, originara un movimiento rotatorio que hará que, aunque las dos partes no se separen, el estado del pincel no sea el adecuado por el hecho de no quedar inmóviles y, además, molestara al artista en su trabajo.
Conscientes de ello, Escoda pensó que separando las dos hendiduras habituales, e introduciendo otra en el centro con una anchura doble, la fijación sería inapelable. Recuerdo que nuestro padre decía: Una mesa con dos patas no hay forma que se sostenga. Si ponemos una tercera tendremos mesa para siempre. El símil servía y el tiempo le dio la razón.
Nos costó lo nuestro convencer al fabricante alemán para que nos fabricara las matrices especiales con este nuevo diseño para ranurar pinceles, sugerencia de un pequeño fabricante de pinceles allende los Pirineos. ¿Podía venir alguna idea original de allá abajo?. Pues podía venir. Nos fabricó una primera matriz, del numero 10, con las tres hendiduras propuestas, con ella hicimos unas pruebas y los resultados fueron óptimos. La triple «R» era bonita y el ancho aplastamiento central dejaba a la vista otras dos en forma embutida de aspecto muy elegante y original.
Aceptó nuestro pedido de 30 matrices -15 para cada maquina- pero puso una condición sine qua non, fabricaría un par de ellas del mismo numero cada mes y la pagaríamos puntualmente antes de que saliera de su impoluto taller mecánico de Nuremberg. Nosotros pusimos la nuestra, se tenía que comprometer a no fabricar otras iguales o similares a ningún otro fabricante de pinceles. Al cabo de 24 meses, el pequeño fabricante había cumplido escrupulosamente la condición aceptada. Nunca supimos si el cumplió la suya, aunque creemos que como hombre de palabra y buen industrial, si lo hizo, ya que nunca ha caído en nuestras manos un pincel de la competencia ranurado con un diseño como el nuestro.
Sin duda alguna, la triple ranura puso nuevamente a prueba la maleabilidad del latón y la calidad de la capa del niquelado o del oro.
El Repaso y el Acabado Final
Casi tenemos el pincel a punto para ensuciar las telas y convertirlas en obras de arte. Nos falta el examen final y definitivo.
Este examen consiste en primer lugar en pellizcar suavemente el mech6n de cada pincel con las yemas de los dedos para expulsar los pocos pelos, si los hubiere, que el adhesivo no hubiese atrapado. Seguidamente se usa la tijera, (mico momento en que esto se permite. De nuevo, unas hábiles manos y una larga experiencia sabrán cortar lo mínimo necesario e imprescindible, como algún pelo torcido, ind6mito o colocado al revés.
Cada pincel pasara por un exhaustivo examen final, y en los números mas pequeños de marta nos podría ayudar una lente de gran aumento para poder eliminar cualquier pelo que no cumpla con todos los requisitos establecidos. El examen visual nos facilitara también apartar el que presente alguna irregularidad en el mechón, un defecto en la virola, en el mango o en el marcado. Este riguroso y costoso examen se hace necesario si queremos imprimir a nuestro articulo el sello indeleble de la calidad.
Ahora solo nos queda el acabado final. Los pinceles de pelo fino se sumergen en una preparaci6n con cierta viscosidad de goma arábiga, tratada químicamente para extraerle cualquier sombra de toxicidad o de cuerpos extrafinos. Este apresto, una vez seco, hará la función de protector y conservante a la vez, que desaparecerá con facilidad al contacto con agua ligeramente tibia.
Para los pinceles de cerda y la mayoría de las fibras artificiales para oleo, los pinceleros europeos y asiáticos utilizan el método del engomado acabado de describir -no tienen otro- para conseguir, principalmente en los pinceles redondos, una perfecta convergencia hacia su eje central de todos los pelos que forman el haz, que en ingles denominan interlocked. No obstante, los resultados son siempre poco duraderos ya que las cerdas y fibras de cierto grosor son de difícil sometimiento dada su reciedumbre. También se había usado el cordel, que a modo de malla envolvía el mechón, pero también esta sencilla formula resultaba poco efectiva por su facilidad en desprenderse e imposible de aplicar en números inferiores al 10 o 12.
Escoda utiliza una tercera formula sui generis -sin duda la mejor- consistente en «planchar y secar» simultáneamente el mechón mediante un sistema con un producto natural, un extracto de maíz del altiplano guatemalteco. El llamado secreto profesional nos impide entrar en mas detalles y, apelando a la generosa comprensión del lector, estamos seguros de que nos sabrá disculpar.
Llegados aquí, solo nos queda colocar con cierto cuidado el capuchón transparente que ha de cubrir y proteger nuestro querido y delicado haz de pelos que tanto nos ha costado conseguir e introducirlo, ya sea de forma individual o colectiva, en bolsas igualmente transparentes de polipropileno, material atóxico certificado por las autoridades sanitarias de la Unión Europea.
Su Conservaci6n
El pincel ciertamente es una herramienta frágil, si además es de calidad, su coste puede ser muy elevado. Las materias que lo integran, como los pelos naturales, las fibras o las cerdas, las virolas y los mangos y su fabricación artesanal, tienen la culpa, por decirlo de alguna manera. Por ello necesita un cuidado especial que alargue su vida útil, aunque esto vaya en detrimento de la producción de los fabricantes. No hablaré de su muerte, porque un pincel no muere nunca. Posiblemente sea la herramienta que el artista ame mas. Este no acostumbra a tirar nunca su pincel cuando ha llegado al final de su vida laboral, aunque de pincel solo le quede el nombre.
Recordamos como un amigo de nuestro abuelo decía que la tela una vez terminada la obra desaparece del taller, el tubo de pintura a medida que lo vas vaciando queda hecho un guiñapo, las botellitas con los aceites, barnices y otros mediums van a parar a la basura que le corresponde, el caballete es un ser estático, inanimado, que no te dice nada y que solo sirve de sostén para el bastidor y su tela… pero el pincel, ¡ah amigo, el pincel!, ha nacido para el arte transformándose en las propias manos del artista y llega a pintar casi en estado alopécico. Este artista reconocido retratista de Sabadell y que llego a nonagenario, nos enseñó una especie de armario-vitrina con mas de j2.000 pinceles usados!, Nunca se había desprendido de ninguno, y la mayoría era de su amigo pincelero, nuestro abuelo. Dijo orgulloso: «Son como mis hijos, nietos y biznietos, ¿Cómo voy a tirarlos si con ellos me he ganado la vida?».
Como cualquier materia delicada, el polvo, las altas temperaturas o un inadecuado almacenamiento pueden modificar de forma irreversible la estructura del pelo o de la fibra y, por lo tanto, dejar el pincel inservible para su uso. Diríamos que estos son tres los enemigos mas implacables del pincel: el agua, la misma pintura y la polilla. Hablemos del primer elemento.
Algunos artistas tienen la inveterada manía de dejar sumergido el pincel dentro del agua cuando no lo usan por un tiempo. La naturaleza capilar del pelo, su estructura molecular y la madera del mango, hacen que el pincel sea un «bebedor empedernido», aumentando su volumen hasta un 15%, lo que perjudica seriamente la vida del pelo, la efectividad del adhesivo e incluso la seguridad del casquillo metálico. Si, trabajando, sumergimos el pincel en agua para ahorrarnos la siempre engorrosa tarea de limpiarlo, en teoría debemos mantenerlo el mismo tiempo fuera de ella, a fin de que expulse el liquido absorbido.
Cuando se trabaja con acuarelas y acrílicos, la limpieza es relativamente fácil. Exponiendo el mechón debajo del chorro del agua y ayudándonos con la yema de los dedos, podemos dejar el haz de pelos limpio. Tenemos que procurar que no queden restos de pintura en el corazón del mechón, ya que al secarse los pigmentos, estos tenderían a abrirlo y en vez de un pincel nos cogerá la forma de un plumero.
Si el producto es oleaginoso se requiere la ayuda de un diluyente o aguarrás -hay firmas que comercializan productos preparados para este fin muy efectivos, a los que les han eliminado el mal olor-, igualmente nuestros dedos, un jabón neutro a continuación, agua en abundancia, secado en una toalla o papel absorbente, y por ultimo el consejo de siempre, humedezcamos el mechón con aceite de oliva y nuevamente con los dedos intentemos dejar el haz de pelos con la forma como lo hemos encontrado al adquirirlo. El aceite, nuestro aceite de siempre, ejerce dos funciones capitales: mantiene la elasticidad del pelo, la fibra o la cerda y aleja para siempre la temible polilla, el tercer enemigo. Hemos visto pinceles de hasta un numero seis, sin un solo pelo. Otra prevenci6n igualmente eficaz es poner un par de bolas de naftalina entre los pinceles y renovarlas de vez en cuando. El típico olor del alquitrán de la hulla desaparecerá aireándolo.
Finalmente, al guardar el pincel humedecido con aceite y perfectamente peinado el mechón, este ha de quedar libre de cualquier contacto físico. Al reanudar su uso, cualquier producto de lavavajillas y agua tibia lo dejara a punto para volver a pintar.
Nuestra historia no quiere abrir ni cerrar ningún tratado sobre pincelería, puede incluso que contenga algún concepto, dato u opinión erróneos. Si fuera así pedimos disculpas por ello ya que nunca ha habido ninguna intención de hacerlo adrede. Solamente nos ha movido el interés en dar a conocer detalles y entresijos de una especialidad singular de nuestra actividad diaria, ya en su tercera generación y avalada por 90 años de dedicación absoluta y, por tanto, de la estima hacia nuestra profesión. Concepto que nuestro padre se esforzó hasta lo indecible en transmitir a sus dos hijos, esfuerzo que ejercemos hoy nosotros hacia los nuestros.
Nos sentimos orgullosos de ser pinceleros, porque de alguna manera pensamos que hace 90 años que estamos contribuyendo al desarrollo de las artes plásticas y de la cultura en general.
Quisiéramos terminar emulando al eximio poeta Lope de Vega cuando a finales del siglo XVI se atrevió a elogiar al pincel en una maravillosa poesía. Plagiando solo un poco su composición y extrayendo una corta estrofa con un lenguaje del siglo XXI, creemos que podemos escribir el mejor epilogo y cambiar nuestro titulo inicial por este otro: «He aquí el pincel… nuestro amigo y conocido».
«¡Tú pincel!, herramienta siempre modesta que en un pequeño cuerpo eres vida.
¡Tú pincel!, que seduces, provocas, estimulas, denuncias, acusas, incitas, desafías.
Tú que propones, declaras, inspiras, atraes, sugieres, fascinas…
Para ti es el milagro de prender el sol
y traerlo a tierra con tu delgada punta,
y devolverlo al cielo para que nazca un nuevo día».
Sabadell, mayo del 2023
ESCODA en ARTEMIRANDA AQUÍ
Artemiranda
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